CARMEN BENITO. Madrid 2-05-2017
Llegó el 22 de abril y
sonó otra vez el despertador después de dos años. Había dormido poco esa noche
y aunque me desperté pronto, parecía que las cosas por hacer se multiplicaban;
y tanto me entretuve, que llegué tarde a mi cita con las chicas para irnos
juntas a Sigüenza. Quién sabe si os sucedió lo mismo a vosotros...
Paradas antes del destino final.
Parada obligada para
desayunar por segunda vez en Torija, para continuar hasta nuestro próximo
destino: Aragosa. Allí descubrimos un pueblo pequeño y recóndito, protegido por
los riscos junto al cauce del Río Dulce. La temperatura del día
acompañaba a nuestro paseo mientras deambulamos por sus calles, saludamos a
varios vecinos y observamos su merendero y lavadero, junto a una fuente de
donde brotaba un agua fresca y rica. No podían faltar las fotos en muestro
recorrido, al igual que nuestra complicidad y alegría por el reencuentro. Tan
sólo éramos seis, porque el resto de nuestros compañeros nos esperaban a las
puertas de La Safa. Y tanto nos retrasamos (entono la mea culpa) que se
cansaron y se marcharon al Bar Alameda a tomar unas cervezas. Allí nos
incorporamos cuando llegamos.
Al principio parecía
que seríamos menos de los esperados, pero los últimos días hubo sprint para los
rezagados, entre los que me incluyo. Y por cuarta vez pude comprobar cómo
algunos son repetidores en todas las campañas, de lo que me alegro infinito.
Esta vez no hubo misa y esto propició que a pudiéramos dormir un poco más, a
pesar de desear llegar a Sigüenza lo antes posible; como habéis deducido:
incumplí en todo.
Tras esa primera
parada, seguimos nuestra ruta por La Alameda y nos paramos a observar los
coches antiguos, pero bien conservados, que allí había expuestos. A más de uno
nos habría gustado dar un paseo en ellos y sentir su velocidad mientras el
viento azotaba nuestra cara. Como no era posible, nos consolamos con posar
junto a alguno de ellos mientras se oían bromas y chistes. Después nos sentamos
en uno de los chiringuitos hasta la hora de la comida.
“El Mesón”, ya una tradición.
El Mesón nos esperaba
abarrotado de gente. Esta vez tuvimos que conformarnos con salir a la terraza
después del café, porque estaba completita y no cabía ni un alfiler.
Saciamos el apetito y salimos entonces a pasar allí la sobremesa, que se
prolongó hasta que se encendieron las farolas. Fue una tarde de risas, cantos
acompañados de guitarra (que no de sirenas) y hasta de casi remojón.
GRACIAS: a los que os
involucrasteis para que esta cuarta ocasión se llevara a cabo; a los que nos acompañasteis
y conseguisteis que fuera otro día inolvidable. Y a los que por circunstancias
no pudisteis asistir esta vez, sabed que os esperamos en la siguiente.
¡¡SEGUIMOS
EN CONTACTO AMIGOS!!