El tiempo se detuvo una
vez más
CARMEN
BENITO. Madrid 29-06-2015
Amaneció caluroso el 27 de junio,
tal y como anunciaban los pronósticos para toda la península. Nosotros tampoco
nos libramos de las altas temperaturas durante del día, aunque la noche dio una
tregua. Era el tercer encuentro y aunque esta vez parecía que no seríamos
demasiados, al final se unieron más de los esperados.
Muros que abrazan y enseñan
Llegamos a Sigüenza poco después
de las 10 y el sol ya prometía, pero al entrar en nuestro colegio y acto
seguido en la iglesia, comprobamos que los muros nos abrazaban con su frescor,
al igual que las madres, ya poquitas, pero que siempre nos abren sus manos por
mucho tiempo que pase. Fuimos también pocos durante la eucaristía, pero no por
ello dejamos de celebrarla con las mismas ganas y las canciones de antaño,
aunque esta vez y como hicimos en el anterior encuentro, añadimos un toque de
esperanza, tema que alegró no solo a la madre
Asunción, sino a algunos más (a juzgar por sus movimientos, como si de una
canción góspel se tratara). El sacerdote que presidió el acto había llegado
recientemente de las misiones y no nos conocía, pero le bastó saber que éramos
antigu@s alumn@s; en la homilía nos animó a no perder esta costumbre de
reunirnos y en nuestro caso, le gustó que comenzáramos con la misa, pues otros grupos
van a diferentes sitios y en nosotros se apreciaba por este gesto los valores
que nos habían inculcado aquí años atrás.
Tras la misa, fuimos a ver parte
del colegio: comedor, claustro (ahora en obras), polideportivo y patio del
árbol (ya sin él), donde cada momento quedó inmortalizado en muchísimas fotos, como
no podía ser de otra forma. No podíamos parar, por lo que tras el toque de la
última campanita instalada, decidimos seguir hasta La SAFA, donde comenzamos
por la moderna sala de visitas y su hall con sus pantallas LED, que contrastan
con sus cabinas telefónicas y el resto de las estancias. La mayoría visitamos
la capilla y el patio por el que se accede; sólo 5 intrépidos recorrimos el
resto del colegio: aulas, gimnasio, sala de juegos, dormitorio, cocina, comedor
de los docentes y hasta el mismísimo comedor de Harry Potter con sus paredes de
piedra, cual antigua fortaleza o castillo salvando las distancias, sus pequeñas
ventanas, sus arcadas y madera en el techo (no sabíamos muy bien si algo
sobrevolaría la estancia como en la peli o si se descolgaría algún personaje
desde el tapiz de la pared)... y todo este recorrido a través de anchos
pasillos y otros estrechitos serpenteados por escaleras a modo de laberinto.
Creo que de haber estado interna allí, me habría perdido. Mientras tanto, el
resto del grupo se desesperaba para que volviéramos y hacernos la foto de
familia en la escalinata principal.
Hecha la foto, nos dirigimos al
restaurante “El Mesón” donde tuvimos ocasión de saludar al director de la
Sagrada Familia, D. Miguel Ángel García Tabernero, e intercambiar
sonrisas e impresiones con el resto de l@s compañer@s que seguían llegando. El
ambiente era distendido y así continuó durante la comida, donde tuvimos el
privilegio de compartirla con nuestro antiguo profesor, nuestro querido “Pajarillo”,
José Miguel Jiménez, y su mujer,
también antigua alumna del colegio. Como colofón a la comida, nos visitó D. Juan, profesor que impartía gimnasia
en el colegio de los chicos y que elaboraba las tablas magistrales que podíamos
contemplar cada año durante la fiesta de fin de curso en el Oasis.
Precisamente hasta el Oasis nos
acercamos después de ir hasta la estación y pasar por “La Antigua”. Pero el
Oasis estaba cerrando sus puertas y solo dimos un pequeño paseo por su lado
izquierdo, mientras las imponentes rocas cubrían los últimos rayos de sol y el
calor daba una tregua, dando paso a la noche. Y de noche se nos hizo esperando
a los que faltaban para la cena en la que estaba previsto disfrutar del karaoke,
anulado por ser tan pocos. Pero como Murphy siempre está enredando, al final el
karaoke no se llevó a cabo, pero si se animaron más comensales de los previstos.
Poco a poco nos fuimos marchando y allí os dejé a la inmensa mayoría,
disfrutando de la tertulia en esa terraza que ya no nos es desconocida; apuesto
a que algunos prolongasteis la noche seguntina, como si el tiempo, una vez más,
se hubiera detenido.
A los que estuvisteis y ya os
conocía fue maravilloso compartir el día nuevamente y continuar con nuestras
vidas, tras este kit kat. A los que veníais por primera vez espero que repitáis
y a los que no pudisteis acompañarnos, os echamos de menos.
A
todos ¡¡Sed felices y hasta la próxima!!
___________________________________________________________________
Miguel Ángel Sevillano Ureta. Madrid, 30 de junio de 2015.
La guitarra aun sonaba aunque no como antaño, y las voces aun entonaban esas letras a veces confusas desde nuestra vista cansada ó miopía. Y de nuevo cerré los ojos para dejarme envolver por esos acordes que, a ciegas, mis manos se esforzaron en dibujar en la que fue y es mi guitarra y que, una vez más volvió a sonar con el orgullo de hacerlo allá donde aprendí a amar la música, no como arte sino como un sentimiento de vida.
Y acabó la Misa. Y no. Esta vez no hablamos de aquellos años. No tanto. Y no lo hicimos porque ahora somos presente y no solo recuerdos. Porque fuimos confidentes y ahora complementos de nuestro día a día.
Fuimos rebeldes con causa y ahora la causa de aquellos momentos, y echo la vista atrás otra vez: lo siento, no puedo evitarlo: Fuimos el día, la noche, el estudio, los novios, las novias, los bobos, las fobias, los malos, los buenos, Fuimos cobardes, valientes, altruistas, sinceros, bromistas, pícaros, inocentes, precoces, parados, Y ahora somos la esencia de unos valores labrados por cada uno al abrigo de todos nosotros.
Y paseamos por aquellos pasillos y patios donde en su día solo vimos muros, a sabiendas que hoy no son ya tan altos. A sabiendas que al otro lado de ellos hemos sabido bailar cada una de nuestras vidas sin tener miedo en la derrota ni regocijo en la victoria. Y paseamos por aquellos rincones, tras aquellos muros donde aprendimos la prudencia y el respeto.
“Muros que
atrapan, muros que enseñan”.
Esta vez no llovió. Esta vez
apenas paseé con mi silencio y no compuse imágenes de rostros sin nombre
y nombres sin rostro. Esta vez no hacía falta. Esta vez me dejé llevar sin
rumbo, sin relojes de pulsera y
sin mensajes en el móvil. Esta vez la esencia de
esos valores y la sensación de lo importante que es la
amistad, estaba delante de mis narices. Estaba ante mi rostro como
los fuegos artifíciales en una noche de feria.
Y se ocultó el día. Y me
acosté poniendo la alarma activa para escucharla replicar de nuevo dentro de
dos años, y esperaré ese día para volver a sentir tras su sonido cómo vuelve a
acelerarse mi pulso. Tal y como sucedió este sábado. Tal y como sucedió hace
dos años. Tal y como sucedió hace cuatro y quizás, desde siempre aunque no nos
hayamos dado cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario