viernes, 27 de enero de 2017

CUARTA CITA EN LA CIUDAD DEL DONCEL



  
 
CARMEN BENITO. Madrid 2-05-2017

Llegó el 22 de abril y sonó otra vez el despertador después de dos años. Había dormido poco esa noche y aunque me desperté pronto, parecía que las cosas por hacer se multiplicaban; y tanto me entretuve, que llegué tarde a mi cita con las chicas para irnos juntas a Sigüenza. Quién sabe si os sucedió lo mismo a  vosotros...
 
Paradas antes del destino final.

Parada obligada para desayunar por segunda vez en Torija, para continuar hasta nuestro próximo destino: Aragosa. Allí descubrimos un pueblo pequeño y recóndito, protegido por los riscos junto al cauce del Río Dulce. La temperatura  del día acompañaba a nuestro paseo mientras deambulamos por sus calles, saludamos a varios vecinos y observamos su merendero y lavadero, junto a una fuente de donde brotaba un agua fresca y rica. No podían faltar las fotos en muestro recorrido, al igual que nuestra complicidad y alegría por el reencuentro. Tan sólo éramos seis, porque el resto de nuestros compañeros nos esperaban a las puertas de La Safa.  Y tanto nos retrasamos (entono la mea culpa) que se cansaron y se marcharon al Bar Alameda a tomar unas cervezas. Allí nos incorporamos cuando llegamos.

 
¿Cómo no caminar por La Alameda?

Al principio parecía que seríamos menos de los esperados, pero los últimos días hubo sprint para los rezagados, entre los que me incluyo. Y por cuarta vez pude comprobar cómo algunos son repetidores en todas las campañas, de lo que me alegro infinito. Esta vez no hubo misa y esto propició que a pudiéramos dormir un poco más, a pesar de desear llegar a Sigüenza lo antes posible; como habéis deducido: incumplí en todo.

Tras esa primera parada, seguimos nuestra ruta por La Alameda y nos paramos a observar los coches antiguos, pero bien conservados, que allí había expuestos. A más de uno nos habría gustado dar un paseo en ellos y sentir su velocidad mientras el viento azotaba nuestra cara. Como no era posible, nos consolamos con posar junto a alguno de ellos mientras se oían bromas y chistes. Después nos sentamos en uno de los chiringuitos hasta la hora de la comida. 


“El Mesón”, ya una tradición.

El Mesón nos esperaba abarrotado de gente. Esta vez tuvimos que conformarnos con salir a la terraza después del café, porque estaba completita y no cabía ni un alfiler. Saciamos  el apetito y salimos entonces a pasar allí la sobremesa, que se prolongó hasta que se encendieron las farolas. Fue una tarde de risas, cantos acompañados de guitarra (que no de sirenas) y hasta de casi remojón. 

 Algunas internas aprovechamos un momento para hacer una visita a las monjas del colegio, que se alegraron mucho de vernos. Recorrimos el claustro, lleno de macetas coloridas y salimos a su patio, donde una estatua de piedra recuerda la labor de las madres y en el que, curiosamente alguna no había pisado nunca en sus años de estudiante. Comprobamos que la esencia permanece en sus muros, pero también hay sitio para los avances tecnológicos, como el ascensor, que se hizo un hueco en una esquina o el móvil, por el que las monjas se comunican. Y es que la campana de ese claustro, ya no tiene un repique diferente para llamar a cada una de las monjas, aunque allí sigue como símbolo de lo que representó. 

 Volvimos al lugar donde les habíamos dejado y allí seguían todos, pero la guitarra se había esfumado. Parece ser que en nuestra ausencia entonaron canciones legendarias de grupos de la época de estudiantes ¿Estarían cansados de modular sus voces o sería que querían pasear un rato ahora que el calor había bajado? Pues… ni guitarra, ni paseo.


 Sigüenza nocturna y cena de despedida

 El atardecer se acercaba y dio paso al encendido de las farolas, mientras el frío de la noche se instalaba en la terraza. Algunos se fueron marchando y los que quedábamos bajamos hacia La Alameda para seguir hasta nuestro siguiente destino: El Castilla, ahora reformado, nos aguardaba para picar algo. Esta vez fuimos unos pocos menos y cuando acabó la cena, algunos concluimos nuestra jornada por tierras alcarreñas y otros siguieron disfrutando de la noche seguntina. Parece que el domingo también dio de sí, pero esa es otra historia...
 

GRACIAS: a los que os involucrasteis para que esta cuarta ocasión se llevara a cabo; a los que nos acompañasteis y conseguisteis que fuera otro día inolvidable. Y a los que por circunstancias no pudisteis asistir esta vez, sabed que os esperamos en la siguiente.

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1 comentario:

  1. DESTINO SIGÜENZA. IV
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    Dos años después, llegaron las 8 de la mañana. Apenas dejé sonar esa alarma que tanto odio entre semana. Esta vez deseaba escucharla.

    Café y un par de bollos industriales de esos que la operacion bikini elimina de las dietas, pero hoy me saltaría con creces ese régimen que  siempre me digo de empezar mañana.

    Arturo me esperaba con su brazo mal trecho. Y ocupamos parte del coche con cositas para dejar en Aragosa y el resto  lo  colmamos de alegría, sueños y vida, y conversaciones de sustos al volante y otras que dada mi "discrección", debo reservarme ��.

    Auxy esperaba nuestra llegada en Torija. Y alli acudimos con esos 5 minutos de retraso de cortesía que siempre incomodan a quien espera y mas a quien  lo provoca.

    Por  detrás llegaron a ese  encuentro Amparo, Carmen y Mabel. De nuevo tocaba saltarse la dieta con esos poleos "curativos"  y cafés de todo tipo.  Y bien saltada fue��

    Continuamos el camino  con destino a Aragosa. Dejamos ese improvisado equipaje alli  y recorrimos esos parajes de modo tranquilo.

    En Sigüenza estaban los demàs. Un par de cervezas, al margen de esa dieta mediterranea de nuevo,  para los saludos que tanto me apetecia dar y recibir y de camino a la alameda a continuar esa ruta de mantenimiento del michelín a espera de irnos a comer.

    Y comimos. Rompi dos copas a ojos de todos, pero solo una para mi ego. Me encantó ver babear a Arturo mientras le partía su cordero al solo disponer de su tenedor, armado en su mano izquierda. Lo partí muy  despacito y con cariño, como manda el protocolo.

    Sobremesa  de  charlas  y  guitarra. De canciones, como siempre y  como  nunca, de risas, fotos, mangueras que salpican, copas y mucha complicidad entre todos.

    Resultó dificil encontrar ese momento donde no se notara mi ausencia para dar ese paseo a solas en esta mágica ciudad. Siempre lo he  hecho y  fue a media  tarde  cuando esas empedradas calles hacia el Castillo  y  esas sombras de la Catedral se apoderaron de mi euforia y dieron  paso a esos momentos de  calma y reflexión en este día.

    Volví al punto de encuentro. Apenas un efimero rato para ir al coche a  por esa chaquetita, que en Sigüenza es obligada cuando el sol se esconde.

    El dia expiraba. Aun había margen para esa cena donde no hubo copas rotas y si muchas fotos que ver en los móviles propios y ajenos. Y conversaciones variopintas.

    Seguiamos siendo los mismos de hace más de tres décadas. Cada cual con su vida hecha, o por hacer, y  cada uno cómplice del otro.

    Y llegaron los besos y abrazos. Llego el hasta luego bajo el manto de una noche donde no recuerdo si había luna.

    Llegó el comienzo del siguiente encuentro.

     
    Sevillano

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